Hace un par de días, mi tío y yo decidimos registrar las cajas viejas llenas de libros en la casa de mi abuela. Dentro de ellas habían ejemplares de clásicos como: Cien años de soledad, Pedro Páramo, La Eneida, y muchos otros de filosofía que mandan a leer en bachillerato. Nos dividimos los libros por igual, con la condición que al terminar de leerlos intercambiaríamos.
Decidí empezar leyendo uno de García Márquez. Una tarde empezó a llover a cántaros, clima perfecto para empezar a leer el libro. Lo tomé, me senté en el piso en la esquina de mi cuarto junto a la ventana para disfrutar del mejor lugar donde se escuchaba la lluvia en mi casa. Contemplé la lluvia por 5 minutos que parecieron horas. Palmé el libro, lo olí. Abrí la primera página donde aparece el nombre del libro en grande, recordándonos lo que estamos a punto de empezar a leer. A la siguiente página en la parte inferior derecha aparecía el número 7. Al libro le faltaban las primeras 6 páginas.