Excelentes estudiantes que se decepcionan por los mediocres profesores que tienen y excelentes profesores que se decepcionan por los mediocres estudiantes que les tocan.
Siempre odie la escuela, motivos de sobra tengo. Pero el más importante, sin duda, es lo poco que he aprendido. Algunos de mis compañeros al leer esto se incomodarán y dirán que soy una arrogante porque he sido la mejor estudiante durante años y al decir que he aprendido poco los dejo mal parados a ellos, pero creo que precisamente mi sed de conocimiento es lo que me ha permitido llegar a ésa conclusión.
Analizando los estudiantes que se han destacado en mi escuela he podido observar que quienes resaltan en lo académico son aquellos estudiantes que no se quedan con lo que les brinda la escuela, van mucho más allá, y es que con toda razón, la escuela no llena plenamente las ganas de conocimiento que están a flor de piel. La mayoría de cosas que estos estudiantes saben con plenitud la han aprendido por fuera de la escuela, quizás en ella escucharon hablar por primera vez de algún tema, pero llegaron al conocimiento cuando se atrevieron a indagar por fuera de ella. ¿Qué lleva a ésos estudiantes a investigar por fuera de la escuela? ¿Por qué esa sed de conocimientos? Las ansías de aprender se cultivan desde el hogar, esos padres que no mataron la curiosidad de sus hijos pueden ver los resultados más adelante. Es fundamental que desde el hogar y desde el primer momento que el niño abre sus ojos se le eduque y se alimente su creatividad, curiosidad y su autoestima. Todo esto nos lleva a otra pregunta: ¿qué pasa con aquellos estudiantes que le dedican tiempo al estudio, realmente están interesados por aprender, pero sus resultados no son los mejores? Nos demuestra que, simplemente, el gran problema es el sistema.
Si examinamos detalladamente todo el proceso educativo de una persona, vemos que hay falencias en cada una de las etapas. La escuela no falla por si sola, falla la familia, falla la sociedad, y falla el individuo en cuestión. Ahora bien, desde la escuela se puede hacer muchísimo más de lo que se está haciendo. Nuestro sistema de educación es pobre, denigrante e indignante. En el estudiante, y hasta en la Ministra de Educación —pasando por todos los cargos que hay entre estos dos— vemos un desinterés que va de la mano con la mediocridad. Es obvio que hay sus excepciones, profesores completamente comprometidos con sus estudiantes, docentes que se desligan, en lo posible, de los estándares de la educación y logran dentro del aula de clase una pequeña revolución, de ésas que necesitamos tanto. No obstante, cuando se habla de educación necesitamos mucha más que pequeñas revoluciones.
Dicen que no existen malos estudiantes, sino malos profesores. Adagio lleno de verdad, pero también de mentira. Hay malos estudiantes, pero creo que hay más malos profesores. Y la responsabilidad de esto la tiene el gobierno. ¿Cómo es posible que una persona sólo le baste un título profesional, sin ningún conocimiento en pedagogía y docencia, y pasar un examen para ser llamado profesor en éste país? Una total ofensa para quienes han dedicado su vida en el arte de enseñar, una ofensa para mi, una ofensa para ti, una ofensa para la sociedad. La docencia es una vocación, algo que se debe amar hacer y el hecho que cientos de personas la ejerzan sin sentir pasión alguna nos ha mostrado sus graves consecuencias.
Siempre odie la escuela, motivos de sobra tengo. Pero lo más importante, es trato de luchar contra eso. La base de toda sociedad es la educación de su gente, por eso nuestro país está tan jodido. Pero lamentarse no basta, hay que analizar los problemas, identificar cuáles son los factores que los generan y, lo más importante de todo, actuar para solucionarlos. Desde tu posición puedes aportar al cambio, somos pequeñas gotas de agua que juntas podemos convertirnos en esa ola que sacuda a la sociedad.