martes, 18 de septiembre de 2012

Autobús

Le gustaba mucho andar en transporte público. Le encantaba imaginar historias con la gente que allí veía. Jugar como un dios con sus vidas. A veces se perdía en los ojos tristes de las personas, a veces una sonrisa de un niño la llenaba de alegría.

El primer autobús del día lo tomaba temprano, cuando todo estaba aún oscuro, a eso de las 5:40 para ir a la escuela. Obedeciendo a su madre, siempre se sentaba en los primeros asientos, aunque ella prefería los de atrás porque desde allí podía observarlos a todos. Ese día en especial se dedicó a leer un libro que la tenía atrapada, porque eso hacen los buenos libros: aprisionarte en sus palabras dándote la libertad de la imaginación. Siempre contemplaba a quien se sentaba a su lado, pero ese día sólo miro desprevenidamente, sin detallar, viendo sólo el libro que llevaba en la mano (que era de Derecho penal) y luego se desentendió del asunto. Una que otra vez miraba hacia la ventana para calcular cuánto le faltaba por llegar y cuántas hojas leídas representaría esa distancia.

Cuando llegaba a su destino terminó con un capítulo y decidió pausar su lectura. Miró de reojo a quien estaba al lado y vio cómo él, sin la menor vergüenza, frotaba su sexo con ambas manos... Milésimas de segundo después fue consciente de lo que acaba de ver, sus ojos se abrieron tanto por el desconcierto que parecía que se podía ver el universo a través de ellos. Cientos de cosas le pasaron por la mente: primero dudó de lo que había visto. Sólo fue un instante la mirada, ni un segundo. Luego, ocultando sus ojos con su cabello volvió a mirar... y confirmo lo que había visto antes. Se inmovilizó automáticamente, sólo sus ojos daban vueltas mirando de un lado a otro, previniendo que el tipo no se diera cuenta que ella había notado lo que estaba haciendo. Se imaginó distintas reacciones. Pensó qué tan bueno resultaría gritar o acusarlo ante todos por lo que estaba haciendo. Pero inmediatamente advirtió que ella junto al tipo y al conductor eran los únicos que ocupaban el autobús y le dio miedo gritar. Reconsideró la idea, pero el tipo podía perfectamente cerrar su cremallera y negarlo todo. Pensó en cuántas personas habían pasado por lo mismo. Pensó en cuántas personas habrán sido violadas. Sintió asco e impotencia. Todo eso en menos unos cuantos segundos.

Se levantó; cuando dirigió la mirada hacia el tipo, él se había puesto un bolso que traía sobre su sexo, ocultando seguramente su erección, y le estaba dando paso para salir. Lo miró a los ojos, era un hombre cobarde. Se bajó del autobús. Respiró profundo, miró todo a su alrededor y soltó una lágrima.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Rutina


Suena el despertador, lo miro con desprecio. Aplazo la alarma por 5 minutos. Suena de nuevo, ya no puedo seguir esperando más. Me despierto como todo aquel que perdió la esperanza, me despierto odiando la vida. Detestando todo, pero con una sonrisa en el rostro para pasar desapercibido. Es increíble cómo con una sonrisa se logra engañar al mundo. Me baño, el sonido del agua cayendo en el piso logra perderme durante algunos minutos. Me miro la cara en el espejo tratando de reconocerme, en vano lo hago; nunca logro encontrar a alguien allí. Me pongo el uniforme, siempre la misma maldita ropa todos los días para  ir a trabajar. Desayuno, cojo las llaves, salgo a la calle. Espero los 3 minutos que se demora en pasar el autobus, el conductor me saluda amablemente. No necesito decirle dónde queda mi parada, ya la sabe perfectamente. Me siento en el último puesto, tomo el libro y empiezo a leer. 

En el trabajo no hago mayor esfuerzo, estar sentado durante 11 horas recibiendo llamadas no es la gran cosa (tomo horas extras porque no tengo absolutamente nada que hacer en casa). Pero por lo menos me evita el contacto corporal con otras personas. Además por teléfono nunca nadie pregunta nada personal. No me puedo quejar de la remuneración, me alcanza para vivir cómodamente.

Dan las 7 de la tarde, espero que todos se vayan para ser el último en salir y no tener que despedirme de nadie. A esa hora el autobus se demora unos 10 minutos en pasar, y siempre pasa atestado de gente, pero el conductor nunca se olvida de mi. Tomo el libro y empiezo a leer, siempre me evita tener conversaciones incómodas. Me despido del conductor. Llego a casa, todo tal cual a como lo dejé en la mañana, sólo que ahora todo está oscuro. Ceno acompañado del televisor encendido, no veo qué pasan, pero su ruido le resta soledad a la casa. Me quito la ropa, me baño; está vez sólo me veo pocos segundos en el espejo. Me acuesto, verifico que la alarma esté activada. Me duermo.

Ignoro si pasó un nuevo día o si me quedé atrapado en el tiempo despertando cada mañana en la misma fecha.

lunes, 16 de julio de 2012

La escuela

Excelentes estudiantes que se decepcionan por los mediocres profesores que tienen y excelentes profesores que se decepcionan por los mediocres estudiantes que les tocan.

Siempre odie la escuela, motivos de sobra tengo. Pero el más importante, sin duda, es lo poco que he aprendido. Algunos de mis compañeros al leer esto se incomodarán y dirán que soy una arrogante porque he sido la mejor estudiante durante años y al decir que he aprendido poco los dejo mal parados a ellos, pero creo que precisamente mi sed de conocimiento es lo que me ha permitido llegar a ésa conclusión.

Analizando los estudiantes que se han destacado en mi escuela he podido observar que quienes resaltan en lo académico son aquellos estudiantes que no se quedan con lo que les brinda la escuela, van mucho más allá, y es que con toda razón, la escuela no llena plenamente las ganas de conocimiento que están a flor de piel. La mayoría de cosas que estos estudiantes saben con plenitud la han aprendido por fuera de la escuela, quizás en ella escucharon hablar por primera vez de algún tema, pero llegaron al conocimiento cuando se atrevieron a indagar por fuera de ella. ¿Qué lleva a ésos estudiantes a investigar por fuera de la escuela? ¿Por qué esa sed de conocimientos? Las ansías de aprender se cultivan desde el hogar, esos padres que no mataron la curiosidad de sus hijos pueden ver los resultados más adelante. Es fundamental que desde el hogar y desde el primer momento que el niño abre sus ojos se le eduque y se alimente su creatividad, curiosidad y su autoestima. Todo esto nos lleva a otra pregunta: ¿qué pasa con aquellos estudiantes que le dedican tiempo al estudio, realmente están interesados por aprender, pero sus resultados no son los mejores? Nos demuestra que, simplemente, el gran problema es el sistema.

Si examinamos detalladamente todo el proceso educativo de una persona, vemos que hay falencias en cada una de las etapas. La escuela no falla por si sola, falla la familia, falla la sociedad, y falla el individuo en cuestión. Ahora bien, desde la escuela se puede hacer muchísimo más de lo que se está haciendo. Nuestro sistema de educación es pobre, denigrante e indignante. En el estudiante, y hasta en la Ministra de Educación pasando por todos los cargos que hay entre estos dos vemos un desinterés que va de la mano con la mediocridad. Es obvio que hay sus excepciones, profesores completamente comprometidos con sus estudiantes, docentes que se desligan, en lo posible, de los estándares de la educación y logran dentro del aula de clase una pequeña revolución, de ésas que necesitamos tanto. No obstante, cuando se habla de educación necesitamos mucha más que pequeñas revoluciones.

Dicen que no existen malos estudiantes, sino malos profesores. Adagio lleno de verdad, pero también de mentira. Hay malos estudiantes, pero creo que hay más malos profesores. Y la responsabilidad de esto la tiene el gobierno. ¿Cómo es posible que una persona sólo le baste un título profesional, sin ningún conocimiento en pedagogía y docencia, y pasar un examen para ser llamado profesor en éste país? Una total ofensa para quienes han dedicado su vida en el arte de enseñar, una ofensa para mi, una ofensa para ti, una ofensa para la sociedad. La docencia es una vocación, algo que se debe amar hacer y el hecho que cientos de personas la ejerzan sin sentir pasión alguna nos ha mostrado sus graves consecuencias.

Siempre odie la escuela, motivos de sobra tengo. Pero lo más importante, es trato de luchar contra eso. La base de toda sociedad es la educación de su gente, por eso nuestro país está tan jodido. Pero lamentarse no basta, hay que analizar los problemas, identificar cuáles son los factores que los generan y, lo más importante de todo, actuar para solucionarlos. Desde tu posición puedes aportar al cambio, somos pequeñas gotas de agua que juntas podemos convertirnos en esa ola que sacuda a la sociedad.

sábado, 30 de junio de 2012

Libros y lluvia

Hace un par de días, mi tío y yo decidimos registrar las cajas viejas llenas de libros en la casa de mi abuela. Dentro de ellas habían ejemplares de clásicos como: Cien años de soledad, Pedro Páramo, La Eneida, y muchos otros de filosofía que mandan a leer en bachillerato. Nos dividimos los libros por igual, con la condición que al terminar de leerlos intercambiaríamos.

Decidí empezar leyendo uno de García Márquez. Una tarde empezó a llover a cántaros, clima perfecto para empezar a leer el libro. Lo tomé, me senté en el piso en la esquina de mi cuarto junto a la ventana para disfrutar del mejor lugar donde se escuchaba la lluvia en mi casa. Contemplé la lluvia por 5 minutos que parecieron horas. Palmé el libro, lo olí. Abrí la primera página donde aparece el nombre del libro en grande, recordándonos lo que estamos a punto de empezar a leer. A la siguiente página en la parte inferior derecha aparecía el número 7. Al libro le faltaban las primeras 6 páginas.

sábado, 31 de marzo de 2012

La cruz no alivia


Para ir al colegio siempre me toca caminar varias calles abajo para poder coger el bus vacío. Al frente de donde espero está ubicada la iglesia del barrio. Hoy, estaban dando una misa, ¿el motivo? Empieza Semana Santa.
        

Me entretuve un rato viendo los rostros de los feligreses a través de grandes y cristalinas ventanas; fe y culpa era lo que veía en sus ojos. Cuando el sacerdote dio la orden de la iniciación de la lectura del evangelio todos por inercia, mecánicamente, como si lo hicieran sin saber para qué les servía, se hicieron la señal de la cruz: una en la frente, para los malos pensamientos; otra en la boca, para las malas palabras; y por último, una en el pecho, para los malos sentimientos. Me causo curiosidad cómo los que estaban afuera, junto a mí esperando el bus, repitieron el gesto, incluso los que estaban al cruzar la calle; todos lo hacían de la misma forma: un gesto realizado sólo para aliviar sus pecados, como quien mira instintivamente su muñeca para saber la hora sin llevar reloj en ella. 
        
Sin duda lo hacían sin tener consciencia de lo que hacían, el hacerse una cruz en la frente no va a hacer que dejes de tener malos pensamiento, ni mucho menos.

domingo, 11 de marzo de 2012

Perfección.


La persona perfecta no existe. Si existiese implicaría un equilibrio en todos los aspectos de su vida. Teniendo en cuenta el concepto de entropía, cuando se está en equilibrio todo se detiene, ya no hay más nada por hacer; todo acabaría. Como personas, si fuésemos perfectos no tendríamos nada que mejorar, nada qué hacer, por lo que sencillamente la vida no tendría sentido, ni razón de ser. Desde que nacemos vamos en busca de esa perfección, pero nos morimos sin alcanzarla, nuestro cuerpo expira antes llegar a rozarla.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Reflexiones.


 La minoría –o mayoría, me atrevería a decir– de nosotros sabemos o tenemos una noción de todo lo «malo» que sucede. Sabemos que el Estado nos roba, que hay inocentes que mueren todos los días, que un mentiroso se salió con la suya, que la guerra no tiene sentido, que consumimos más de lo que deberíamos.

Pensar en eso a muchos nos frustra e indigna, otros prefieren no perturbarse con eso y creen que la felicidad está en la ignorancia. Los primeros no sabemos cómo esto no termina de una vez, si parece tan «sencillo». Sólo queremos una solución, la queremos de inmediato. Pero, muy pocas veces, nos detenemos a reflexionar sobre un tema en concreto, sabemos que muchas cosas están mal, creemos saber el porqué, pero en muchos caso no es así. Creemos que es sencillo solucionar muchas problemas, pero no nos percatamos que ni nosotros mismos sabemos qué queremos.

No tenemos en cuenta que no todo está escrito, siempre hay cambios, por lo que a muchos temas no se les puede poner fin, ni se puede concluir una verdad absoluta en muchos casos. Pero ésto no es excusa para seguir buscando la solución. Luchando es la única manera digna de vivir.